lunes, 15 de agosto de 2011

La vida que se va.

Hay veces que no entendemos el significado de lo que tenemos,o queremos entenderlo mal, pensar que somos inmortales  que viviremos un cuento de hadas y que seremos felices hasta nuestra muerte. Sin embargo las cosas nunca suceden así, y tenemos que ir acostumbrándonos poco a poco a algo diferente. Asumir que no hay hadas, príncipes, ni eres una princesa, que la felicidad es efímera en un mar de tristeza y que los reyes magos no existen. Son cosas que se nos obligan a aprender, nos bajan de la nube a la fuerza, con sogas y cuerdas si es necesario. Luego llegan casos como el que vivo en cada segundo de mi vida a partir de hoy. Una enfermedad que no sabes cuanto te va a dejar vivir, entonces no sabes en que creer. Sabes que es posible que mañana la sangre salga desde tu interior y ya no puedas volver a decir cosas lógicas, o es posible también que vivas 85 años y tu enfermedad no interfiera. Pero cuando todo depende de la fuerza del viento, y tu estas colgando de una fina cuerda, crees que cualquier cosa. ¿Y si un día me derrumbo y dejo de tomar la medicina? ¿Y si vuelve a pasar? Ahora es cuando las personas opinan, opinan cosas estúpidas. "Vive la vida al máximo", "Quítate de en frente del ordenador de una vez, te está matando", "Rompele la entrepierna a tu hermano antes de morir". Y me reiré por esas opiniones estúpidas, pero no me hará ninguna gracia el día que lo pierda todo, a tan temprana edad... Y yo miento. "¿ Otra vez enferma?" "Si, es que...me dio una insolación". "¿Que te ocurre ahora pequeña?" "No, nada, enfermé, será un catarro..." Mentiras, mentiras, nada más que una sarta de mentiras. Yo no enfermo por cualquier cosa, enfermo por derrumbes morales que me hacen perder la fuerza para continuar. No es exacto, pero es morir de pena. No quiero preocupar a mis seres queridos, a mis amigos, a nadie le gusta coger cariño a algo que puede desaparecer en cualquier momento. Tengo confianza en mi misma, en salir hacia delante, en poder sobrevivir a lo que sea que venga detrás de mi. No saben que podrá pasar, no se que pasa en mi interior, solo queda confiar en que me dejará seguir, nada me puede parar cuando ya he empezado, ¿no era muy cabezota? Siempre me dijeron que era como la nieve, si, soy como la nieve al caer y al suave tacto me disolveré. Lo más triste de todo esto será no poderme despedir, cualquier día podría ser el último, y jamás lo sabré; tantas cosas van a quedar sin decir, sin resolver...

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